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Cultura hater


¿Cuál es la primera aspiración de un ser humano? Ser feliz. ¿Será por eso que ando tan deprimida con las elecciones peruanas?

El domingo 11 de Abril el Perú escoge presidente y casi todos los candidatos están abocados a que me sienta mal: se insultan, se agreden, difaman, calumnian, son los top haters del momento.

¿Acaso creen que las palabras no duelen? Lo curioso es que él que más pregona su fe en Dios es el que más insultos dispara y el peor ejemplo de la caridad cristiana.


Yo tengo serios problemas con este cambalache político-religioso porque somos un país laico con diversidad de creencias y tenemos peruanos religiosos y no, tenemos beatos y ateos, o gente furiosamente anti clerical y hasta gente de otras religiones. ¿Y qué debo pensar, que Dios tiene su partido, su candidato? ¿Qué le dará un empujoncito al que más alto clame su fe? ¿O que va a sabotear al que no se arrodille y se arrope en la bandera para la foto, un momento que escarapela? A mí me suena que no, que Dios anda en otra.

Siempre he tenido un serio problema en saber que quiere Dios y en meterlo en cualquier agenda propia a los hombres, porque es jugar con un misterio insondable.

Me parece temerario atribuirle acciones ya que de seguro nos empotramos contra el muro. Si no miren Siria.

Ud. amable lector, creyente o no, ¿sinceramente piensa que con el bolodrón que es el Medio Oriente, los miles de refugiados de Ghana, los millones de muertos por Covid y el contra suelazo que se dio la economía mundial las elecciones peruanas están en la mira divina? Me atrevo a pensar que no. Creo que aquí como en todo dependemos de nuestra capacidad de análisis y en qué país queremos vivir para elegir bien.


Hay discursos que destilan odio y que me hacen sentir mal. Ya bastante tengo con un año de Covid, de incertidumbre, de separaciones y muertes para encima escuchar que somos una sociedad de “sicarios” “de gente de porquería, o de quinta”, de “memeleros y vendidos”.


Estoy harta del odio, cansada de esta nación de haters.


“El 28 de Julio me tomo un avión dice el candidato -me imagino que será después de las 2 pm cuando se supone que mete presa a todo Odebrecht, que no es una persona sino una empresa- y me voy a traer 40 millones de vacunas”. Quizás sea prudente pedir cita antes porque si no no lo recibe ni el gato de la Casa Blanca; tampoco el gato de Pfizer o de Johnson donde hay que sacar ticket y ponerse al final de la cola del Tercer Mundo.


No estoy en ninguna red social –me curé para siempre del vómito negro que derraman los haters. Tengo un pseudónimo con el que entro a veces. Para conocer el diálogo político pre-electoral hace poco ensayé, muy cortésmente, el nivel de tolerancia dando mi opinión sobre los debates de los candidatos.

Las respuestas fueron desde: “caviar” y “terruca” (¿¡?) “cojudaza” y hasta “basura”.



Luego felizmente me llegó la entrevista de Jaime Bayly a Hernando de Soto ¿y saben qué? Por primera vez en muchos días me sentí bien.


Me sentí contenta, optimista y hasta por momentos me sonreí.

Esta persona, ese candidato, me habló con respeto, con mesura, con conocimiento y sin resentimientos. Exhibió humor –algo muy escaso en este proceso- y pareció estar muy a gusto con lo que hacía.


Me hizo sentir bien porque al fin y al cabo la primera misión de todo gobernante es hacer que su pueblo sienta que es un pueblo feliz,





P.D. A mediados de 1999 Fujimori, presidente electo del Perú, visitó las NN UU. Dio una conferencia de prensa y conseguí un pase para asistir. Recuerdo que había una mesa con cinco personas; Fujimori estaba al medio y Hernando de Soto a su derecha. Unos 15 periodistas, la mayoría latinoamericanos, hicieron varias preguntas en torno a que iba a hacer el electo para arreglar el desbarajuste que había dejado García.

En cada una de las preguntas Fujimori se inclinaba donde de Soto y de Soto le soplaba la respuesta.

En todas y cada una de ellas.

Fujimori no contestó ni una sola pregunta por sí solo. Me chocó porque yo estaba sentada al frente. O sea y en buen cristiano –para seguir con el tema religioso- Fujimori no tenía ni la más parda idea que hacer con el país; de Soto sí. La astucia de Fujimori fue comprender que sin de Soto andaba perdido. Siguió su programa al pie de la letra y sacó al país adelante. Después se torció y de Soto lo dejó. Ahora de Soto puede sacar el Perú adelante otra vez más sin necesidad que nadie lo contrate.



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